La libertad en las alas

La libertad en las alas

La sórdida entrega de mi piel

La sórdida entrega de mi piel

El invierno se negaba a rendirse
y los ocasos se extinguían,
en un septiembre donde la luna
lucia ufana su traje de luz.

Allí donde no husmea
el tropel de la ciudad,
te tenia indefensa,
así como mi deliciosa presa
que se entrega,
con su sensual seda en estambre
despertando en mi,
lo salvaje de un pirata al abordaje.

Baje el cierre del vestido
tan lento como pude,
y así tu ropa cayó al suelo
con la elegancia
de una pluma al viento.

Tú mantenías los ojos cerrados
conteniendo la respiración,
y yo detrás de ti en el calor de la escena
con el índice de mi falange,
dibujaba la hermosa línea en vertical
que descubre el tesoro,
de norte hacia el sur,
y hasta donde llegaré
y seguramente moriré
para encontrar,
las cavidades del Edén.

Te tenía en la parte rezagada
donde tu cabello es más largo
y se aventura en los confines de tu espalda
acariciando sin decoro,
con la yemas de mi pétalos tus hombros
y pegando mi pecho al calor de tu ser,
para que sintieras este ardor
que emana sin pudor,
ni desolación ,
y así tú temblaste como un canario,
amenazado por la insolencias de mi pasión.

Todo en mí,
y todo sobre ti zigzagueaba,
se incineraba,
y con mi boca hambrienta
que buscaba tus piernas
socavando entre sus comisuras
sin pausa ni filtros te besaba.

Pude sentir que te quemabas
cuando te tumbé entre las almohadas
y mis labios hicieron eco en tu cuello
para desesperar,
en tal fatal encuentro
dónde mi corazón
es el que queda expuesto.

No pude soportar tal tentación
porque mi lengua endemoniada
se encarnecía con tu cuello,
y sin perder un momento
buscaron mis labios el anhelo
ese tan dulce y secreto
que me ha escondido tu sexo.

Tus ojos estaban en blanco,
pude verlos cuando tu vientre
eclipsaba mi ombligo,
tan efervescido,
que la melodía de tu jadeo
me dejó todos los huesos perplejos;

esperé el final
pero la verdad,
es que no quiero que llegue jamás,
porque sentirte
esta mas allá de la piel;
y me hechizas para amarte mujer
con el filo de tus uñas al yacer…
en el más sórdido y adicto

placer.

De Sol Elk

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