Partitura de labios
Un pucho acabando su humo,
descansa desprolijo en el cenicero,
en la cocina, sobre la mesa;
inclinada al aire su cadera,
consumiéndose, por el fuego.
Lo mismo pasaba en la habitación,
ella cortaba sus cadenas sobre mi
y todo mi cuerpo la amaba.
No hubo obstáculos ni prendas
nuestras manos nos desnudaron,
ardían la feromonas en el cuarto.
El cigarrillo olvidado
caído sobre el mantel,
se apagaba con olor a quemado;
la colilla y un orgasmo.
De Sol Elk