La esquina
Y me quedé mirando distraído su espalda
cuando daba vuelta a la esquina,
mientras mis pensamientos y emociones
oscilaban en una combinación extraña de sentimientos.
Creí que las despedidas
serían cada vez más soportables
pero que equivocado estaba.
Aún su perfume endulzaba el aire,
mientras recordaba lo que hace una hora acababa de pasar.
¡Tranquilo! corazón impaciente, me dije,
las horas no serán eternas, en ansiosa espera, nunca más,
porque volverás a sentirla,
cerca, tibia, suave, perfecta, así como es ella.
Pero seguía allí hipnotizado por el frío de la noche
y la soledad profana que aún me acecha.
Ni siquiera mire el reloj pero conté los minutos,
todavía podía sentir el gusto de esos labios en despedida.
Fue por un impulso que me moví,
un auto suena corriendo por el pavimento, que no se queja
y así mi cuerpo fue empujado por el magnetismo de su llamado.
Cuando me di cuenta,
doble la esquina, esa tan mía,
como su cuerpo.
Sólo unos pasos, con mi mirada esculcando sombras
y los perros que ladraban en los patios de las casas.
Allí estaba ella con sus ojos sorprendidos
por el alivio de mi presencia,
ella me esperaba, sintiendo lo mismo que yo,
estiró los brazos en bienvenida
y nunca olvidaré esa sonrisa
que sólo expresaba alegría.
Me acerque agitado, temeroso, pues no comprendía
eso tan fuerte, que me envolvía,
la tomé de la cintura aferrándola a mi cuerpo,
no dijo nada y sólo me besó como en un secreto.
La tome de la mano
y caminamos por la tenue luz de los faroles
porque fue ese día, en esa esquina,
que nos enamoramos
y en esta vida,
jamás nos separamos.